El doctor Risueño Rose Broadway de
profesión músico y de madre actriz, recuerda el día que el cuarentón conoció a
la tortuguita María Ángeles, con problemas matrimoniales de cabello rubio,
cincuenta años, pies perfectos, y perversiones bizarras, todo esto recordado
durante sus vuelos a New York a conocer el mundo de las modelos y exhibiciones
de cine y arte .
Sus cenas con peleteras de alto
estanding en sitios de la calle Serrano, coches de cien mil euros, y club de la
calle Alberto Alcocer, con fantasías en rojo, músicos de mal vivir del mundo
del jazz casi todo lunáticos y genios adictos a no dormir y a los tóxicos
Su diálogo interior era, recuerdas
esas cochinita, recuerdas esa madurita, esa buscavidas, esa de pies perfectos,
trabajó conmigo y se esfumó
Esas fiestas de solteros que dan
pie a cantautores de la bohemia, besos previo pago la ley del último trago.
Esos fantoches de dinero de la
alta sociedad
Siempre
haciendo negocios, con un payphone, no muy brillantes, clientes infieles a sus
parejas que buscaban un trago de los labios de una muñequita de veintitrés y de
metro sesenta, es los que mantenía un ambiente retro, como fotografiado y de
ciencia ficción y cine
La
autopista y carretera de este decorador casi invisible, con fotos de artistas
extranjeros, y monotonía de un sonido repetitivo que viajaba, a la soledad y el
desierto de las Vegas
El poco romanticismo de este músico, casi poeta, y cambios que ni
jugando a los dados había suerte
Gente de moda anticuada, boulevard de sueños
rotos, no era ni quería ser ni existir en secreto
Fuera de onda,
desintonizado, era la vida de este excéntrico friki y raro personaje
Envuelto
y líos de faldas mal de amores, soltería y malas vibraciones
La
música hablaba, a favor o en contra de él, la música y las canciones eran un
reflejo de cómo se sentía en cada minuto este excéntrico personaje, de
creatividad, de genio
Los
amores enamorados de indeterminada edad, llorar por él, así como las cuerdas de
una guitarra.
Y los indecisos juegos de azar, que
despistaban, y amenazaban con venir, como cada noche aparecía en el camino esa
Maribel que no se atrevió a conocer
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