sábado, 20 de octubre de 2012

El pulpo y la chica caramelo

1 La chica caramelo se llamaba Carmen, aunque en los espectáculos de bailarinas se le conocía como lady Carolina, lencería roja medias de color para caballeros sin amor Era la dama de paraguas rojo, en el barco de vapor la reina de África, salones de güisqui sin marca, revólveres sin marca, y pianistas de salón, con cierto acento sureño, allá por el rio Misisipi, bordeando las plantaciones de algodón, bajo la ley de un sol de justicia El caramelo que emborrachaba a los hombres duros en un salón por allí por Almería, jugadores de cartas buhoneros, truhanes vividores, y básicamente hombres con un revolver en la cartuchera llamado colt, con balas de calibre nueve Entre tanto espectáculo de caer por ventanas, rotura de mesas, tronchado de botellas, conoció a un caballero que era la justicia, así como duque, parecido a John Wayne (que había limpiado el salón de forajidos y tramposos, que con su propia justicia habría mandado a más de un buscavidas y ladrón a la horca) Tenía como amante al pulpo de los mares, llamado Pablo, que experimentaba por las noches, con un tiburón de la noche llamado Borja, en noches de caza y experimentación de frenesí de psicodélicos La música les unión dejando atrás sus malas vidas, viviendo así un romance. Cambiaron la dinamitita de asalto a bancos en el oeste, que se usaban los forajidos para volar fuertes y puentes de paso a la caballería, por una fuerte pasión sexual, que llevaban en secreto Las noches de caza y de ser cazado por los tiburones del océano, y las experimentaciones psíquicas se acabaron El azar les juntó a una chica como ella, y a un chico como él, en un sitio como este